Hace años aprendí de un poeta que el desarraigo era la sensación profunda e intensa de tener al corazón con las maletas hechas para partir en cualquier momento, para salir corriendo huyendo de todo lo que era conocido, pasara lo que pasara, huir, de lo que era familiar, de todo con lo que nos servimos para sobrevivir en este mundo de mierda, asco y terror, de guerra sucia en baja y alta intensidad según la coordenada, de poca importancia de todo lo que tiene sentido. Del valor y no del precio de las cosas.
La situación de refugio no es un paseo. Es renunciar a ti, a tu vida, porque de lo contrario estas muerto. Es no tener otra opcion mas que caminar.
Ningun ser humano deberia de estar bajo esa tension del corazon, bajo esa incertidumbre enferma .
El niño que compartis y compartis con el alma rota se llama capitalismo. Y el capitalismo es comprar en zara, beber coca cola y dejar morir los barrios con esclavismo obrero.
Se que se llama capitalismo y me duele, y tengo fe, porque me niego a renunciar a la alegría rebelde de construir otro mundo posible.
Otro mundo posible no es habilitar campos de refugiados en España en centros inservibles para los ciudadanos. Es ser ciudadanos en un planeta donde haya posibilidades vitales para quien nazca en una tierra, de crecer y de compartir, de enamorarse y gritar.
No se donde están los organismos internacionales, las estructuras, los partidos, los responsables, todo eso en lo que no creo,
No se donde están mientras a la orilla de este mar hay quien ya no siente nada, y a penas había dado tiempo a sentir.
Tenemos demasiados cadáveres en las cunetas, no permitamos por favor mas a orillas de la esperanza
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